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¿Es sostenible el conocimiento humano?

  • Infórm@te
  • 11 mar 2019
  • 4 Min. de lectura

No hay mayor miedo que caer en el olvido. Morir y que tu huella en este mundo se olvide para siempre. Que en el transvase a lo inerte tu paso como gota de ese gran océano llamado planeta haya resultado inexistente. Desde sus orígenes, el ser humano siempre ha querido dejar huella. Pinturas rupestres, jeroglíficos y las primeras escrituras no son más que algunos ejemplos de cómo ha ido evolucionando ese sentimiento del ser humano por dejar constancia de su existencia. De sus obras, escritos, pensamientos e ideas.

Almacenar la información siempre ha sido un reto. Así nacieron las bibliotecas y los centros de documentación. Siempre con el objetivo de conservar lo tocado por la varita del ser humano. Y es que desde entonces la ciencia no ha dejado de evolucionar. Los primeros CD-ROM irrumpieron en la sociedad tajantemente en la era de la digitalización. Conservar información de manera digitalsuponía una auténtica revolución que hasta la fecha resultaba desconocida. Se pensaba que con esta innovación se dirían adiós para siempre a los intensos cuidados, altos costes de protección y excelsas labores humanas para proteger lo físico.

Fecha de caducidad

Lo que no sabían es que, al igual que el papel, estos tienen fecha de caducidad. Y, paradójicamente, mucho menor. Un CD o un Disco Duro no es ni mucho menos para toda la vida. Los científicos empezaron a estudiarlos y pronto se dieron cuenta de que con el paso de los años estos sufrirían pérdidas de información. Iban a ser un soporte frágil e inestable a largo plazo para asumir la importante tarea de conservar nuestra información, los documentos que nunca querríamos perder ni que queden en el olvido. Por tanto, más que un avance del papel y los pergaminos, supone casi un retroceso.

Nunca antes la humanidad había soportado tanta información en soportes tan frágiles. La llegada de Internet ha supuesto que los archivos, documentos, imágenes, vídeos y audios no dejen de crecer. En veinticuatro horas se envían hoy más de ciento cuarenta y cinco mil millones de correos electrónicos al día. O dicho de otra manera, se realizan entre tres y cuatro billones de búsquedas en Google en veinticuatro horas. Lo que significan noventa billones al mes y más de un trillón al año. ¿Cómo puede entonces conservarse toda esta información y que no desaparezca? ¿Cómo impedir que caigan en el olvido para siempre los datos que se producen hoy?

Preservar la información importante

De esta compleja y existencial labor se encargan los científicos documentalistas que saben que de ellos depende el futuro ilustrativo, cultural e irrefutable de la historia. De lo que pasó hace cientos o miles de años y de lo que está pasando hoy en día y que tiene que ser recogido. La web vive una expansión constante y se debe disponer de las herramientas para navegar en ese océano llamado Internet. De lo contrario, los datos recogidos en estos soportes serán inaccesibles y quedarán en el olvido desapareciendo para siempre. Como si nunca hubiesen existido.

Se han creado papeles sin aditivos que no se degradan, tintas acrílicas, se ha trabajado con un buen material como el cuarzo e incluso con el ADN. Todo este laborioso estudio para proteger algo tan importante como nuestra información y documentación. Sin esto no somos nada. Es como volver a nacer y empezar de cero, como si todo lo estudiado y avanzado no hubiera existido. Como si se repitiera el desastre de la Biblioteca de Alejandría y todo se perdiera para siempre.

¿Está garantizado nuestro legado?

Resulta cuanto menos sorprendente lo rápido que se ha avanzado en las últimas décadas tecnológicamente. A un ritmo vertiginoso los ordenadores, teléfonos móviles y en este caso las memorias externas han asumido un papel primordial en nuestra sociedad. Es imposible pensar en nuestro mundo, tal y como conocemos, sin la tecnología y estos nuevos métodos de almacenamiento. Pero, ¿están realmente seguros nuestros archivos en estos soportes? ¿Podrían resistir cien años estando en un cajón sin abrirpara cuando lo necesitasen las futuras generaciones? ¿Es posible guardar el conocimiento humano, cada vez mayor, con el objetivo de preservar la información importante para el futuro?

Entonces llegó a nuestras vidas el famoso Cloud o Nube. Un soporte digital que es capaz de actualizarse constantemente a diferencia de otros como los CD’S, el cuarzo o los Discos Duros que no pueden reflejar esa dinámica cambiante. Por eso se dice que la “Nube” es una biblioteca en perpetua mutación. Ese es el punto en el que nos encontramos a día de hoy, que ha supuesto una verdadera revolución tecnológica y de almacenamiento. Sin embargo, tiene un inconveniente y es que cada vez tendrá que haber más centros de procesamiento de datos para archivar esta información. Son como un búnker dónde todo se almacena con una gran seguridad. Y su principal labor ya no es solo almacenar, sino ir duplicando la información para que no se pierda nunca, aunque sea en otro centro de procesamiento en la otra punta del mundo.

El futuro

Nadie sabe lo que nos aguarda el futuro. Sin embargo, considero que la Nube será vital y con una penetración cada vez mayor en los próximos lustros e incluso décadas. Los soportes físicos dónde almacenar información y documentación quedarán anclados para siempre. Al igual que las bibliotecas que ya han comenzado su proceso de digitalización y que no podrán sobrevivir miles de años cuando el papel -por motivos puramente biológicos- se deteriore convirtiéndose en un documento ilegible. Nos encontramos ante uno de los conflictos más importantes en la historia de la humanidad. Salvaguardar nuestra historia, nuestro progreso. Documentos de todo tipo que sirvan de estudio para el futuro. Y es un auténtico dilema porque cada vez la información es mayor y conservarla es todo un reto. ¿Estarán estos datos digitales que producimos hoy condenados a desaparecer tarde o temprano? No lo sabemos y, seguramente, nunca lo sepamos.

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