Las Fallas, algo más que ruido
- Infórm@te
- 25 mar 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 7 may 2019

Las Fallas son una de las muestras creativas de los españoles más importantes del mundo, solo hay que ver la cantidad de extranjeros que deciden visitar la Comunidad Valenciana para disfrutar de este espectáculo. Obviando el alcohol, siendo unas fiestas más bien cortas y urbanas, ha de ser recalcado su carácter explosivo en todos los sentidos que es difícilmente equiparable. Con todo y con eso, un marzo tras otro ha un sinfín de ideas interrumpiendo la vida cotidiana y el tráfico para contar historias a través de figuras, textos, pólvora y música.
Pero ¿qué piensan el resto de españoles de esta fiesta urbana? ¿qué advierten de las Fallas los propios valencianos y valencianas? Y sobre todo, ¿cómo influye en esta expresión que los premios se concedan a razón de su precio? ¿Y la existencia hoy en día por fin de la participación de mujeres como jurado y en la que su opinión crítica es valorada a la hora del reparto de premios?¿Cuál es el fin de la representación de todos los valencianos y valencianas como falleros y falleras en estas fiestas? Pero la pregunta más importante respecto a las Fallas es ¿realmente es una expresión y una celebración artística?
El pasado martes 19 de marzo tenía lugar la Nit de la cremá, la noche más esperada de las fiestas en las que todas las fallas (a excepción de las ganadoras) cumplen su misión final: ser quemadas a ojos expectantes del público a lo largo del territorio. Pero ¿creen los españoles que las Fallas son “una de las grandes aportaciones de España a la cultura universal” ¿Quién financiaría ese estudio y quién pone el foco hoy sobre el patrimonio inmaterial que ya es?
Es de aclarar que el concepto de la idea ‘fiesta’ se impone a cualquier otro aspecto de las Fallas. Especialmente, si el 19 de marzo da como para puentear un fin de semana. Si alguna cosa ha de aportar el arte es, sin duda, desde lo imprevisto. Desde el desconcierto. Y no es un movimiento minoritario, sino cada vez más pronunciado, el de las personas que, en esta futura crisis del concepto turista, comprende que si en la vida ha de toparse con momentos propios, solo podrá hacerlo desde la sorpresa.
El amor propio de valencianas y valencianos y la consciencia de este potencial no se relaciona con un empeoramiento de lo que se disfruta; al contrario, enriquecería todos los aspectos del rito. Incluso, las desafecciones vecinales que, aunque haya momentos del curso que inviten a pensar lo contrario, afectan y no agradan a los implicados del casal. Incluso, a la deseada “calidad de los visitantes” desde la empresa privada, a los que se les quiere menos ruidosos, más educados y con un gasto medio superior. En la guerra de los ‘cuantis’ sociológicos de la Cultura, las Fallas tienen pistas de sobra como para modelarse progresivamente hacia sus potencialidades (otra de ellas, su aportación en acciones sociales, de las que podemos hablar otro día). En las batallas por los ‘cualis’ –por valores cualitativos–, las Fallas tienen razones de sobra para sobreestimarse. Si algún día calara este mensaje de forma interna, la sociedad valenciana estaría a un paso de atraer a otro tipo de actores. De conectarse a través del arte con referentes internacionales del arte (de cualquier arte) y enriquecerse como colectivo a través de su máxima expresión pública.
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